Y el miedo me recorre el organismo, como una droga inyectada con una aguja sin esterilizar. Y parece que soy imbécil, volviendo a pincharme la mierda en las venas en cuanto sé que el efecto ha pasado.
Deja ya de poner ladrillos en el muro. Soy yo, no voy a hacerte daño.
Me asustas. Y eso nunca me había pasado. Y eso me asusta aún más.
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A veces, nos volvemos adictos al miedo. Y aunque tú no quieras que esa persona siga subiendo su muro y haciéndolo más fuerte, ella nunca te va a escuchar. Cuando se llega a ese punto, es imposible parar. Hablo desde la esperiencia.
ResponderEliminargenial entrada ^^
Me pusiste los pelos de punta, es curioso, pero hay quienes hemos estado en los dos bandos.
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