jueves, 5 de agosto de 2010

Placer.

Arañar el aire con mis manos sedientas de amor. Un deseo irrefrenable que surge desde lo más bajo de mi columna vertebral hasta el principio de mi cabeza, recorriéndome la espalda en un intenso escalofrío.



El placer consigue hacerse un hueco entre mi piel que, acalorada, se estremece.

El amanecer llena el horizonte de color, pero yo no me muevo ni un sólo centímetro. Ha pasado mucho tiempo, pero lo recuerdo como si fuera ayer.

3 comentarios:

  1. Me encantan los hoyuelos del final de la espalda. ¡No todo el mundo los tiene!
    Muac.

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  2. Que lindo lo que escribis! Un beso. Segui asi :)

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  3. recorrer cada centímetro de piel, me suena familiar ese sentimiento sisi

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