martes, 16 de febrero de 2010

Char

Recuerdo un día de verano, hará unos 3 años y medio. Te vi hablando con mis amigos, y fui corriendo a presentarme, como solía hacer antaño. Tú me miraste de forma extraña, pero me saludaste. Te llamabas Carlos, pero te llamaban Charlie, Char, Charles,... Tenías motes para dar y tomar.
Más tarde me empezó a doler el estómago y tú, sin conocerme de nada, estuviste cuidándome hasta que me fui a casa. Comenzamos a hablar, a vernos a menudo (aunque más adelante dejamos de vernos tanto, por problemas externos a nosotros dos). Te convertiste en mi mejor amigo.

Ahora apenas nos vemos, pero cuando nos vemos nos entendemos con una sola mirada. Yo sé que tu estarás ahí para lo que necesite, y tu sabes que yo también estaré.

Has influido en mí, y sé que sin tí no sería la persona que soy hoy. En toda nuestra relación no hemos tenido ni siquiera una discusión seria. Siempre me has ayudado a ver las cosas con claridad cuando las lágrimas empañan mis ojos, a guardar silencio cuando no debo hablar, a reír sin poder parar cuando estamos juntos.
Me has enseñado a entender que, lo que tenga que llegar, llegará. A no desesperarme con los exámenes, ni con ciertas personas. Me has enseñado que las malas rachas pasan, que sólo hay que tener paciencia.

Y es que te miro y, como si fuera algo innato, me sale una sonrisa en la boca. Cuando te veo acercarte (aunque no suelo verte acercarte, ya sabes, miopía), salgo corriendo como si fuese la última vez que te voy a ver.

Recuerdo nuestras partidas de buscaminas, en las que te enfadabas conmigo porque siempre perdías. Recuerdo nuestras fiestas de Valladolid juntos, tirados en las moreras hablando sin parar. Pero, ¿Sabes lo mejor? Que seguiré recordando momentos junto a ti, porque lo que tu y yo tenemos, esa complicidad, no nos la va a quitar nadie nunca.

Nunca nos pondremos de acuerdo, y siempre tendremos algo pendiente. Tu ya me entiendes.


Gracias pequeño, gracias por todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario