lunes, 10 de mayo de 2010

Alma y Héctor.

Abrió los ojos y se encontró con ella desnuda a su lado. Sonrió al recordar la noche anterior, y se desperezó como un gato. Ella aún dormía, así que la abrazó y se dedicó a escuchar su respiración un rato más. Con el roce de sus manos en los pechos de su amiga, o ahora más que amiga, empezó a sentir calor de nuevo, así que decidió despertarla de la mejor manera posible.

Mientras soplaba su cuello y le besaba la oreja suavemente, hundió los dedos en su vagina notando cómo poco a poco se humedecían. Alma abrió sus ojos suavemente y sonrió, al igual que él había hecho al despertarse, cuando se dio cuenta de que estaba en la cama de Héctor con éste a su lado poniéndola a mil. Entonces, sin previo aviso, se dio la vuelta y se puso encima de él. Ante la cara de sorpresa de este, que no sabía que Alma ya se había despertado, le besó. Sí, le besó en la boca, en el cuello, en el tórax. Recorrió su ombligo con su lengua hasta llegar a lo más íntimo de él para seguir besándole.

Entonces, Héctor la hizo parar, se puso encima de Alma y, sujetándola los brazos hacia el cabecero de la cama, inmovilizándola, comenzó a penetrarla como si le fuera la vida en ello, yéndose ambos al orgasmo entre ligeros gemidos repletos de pasión.

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