sábado, 24 de abril de 2010

Marioneta.

Se ponía el traje e iba a actuar. Una función tras otra, durante todo el día. Conocía a personas, pero nunca dejaba que se le acercasen demasiado. Creía que estaba bien con lo que tenía, era suficiente. No necesitaba nada más. Hasta que un día la marioneta se desató las cuerdas que le ataban a la obra de teatro. Entonces, empezó a vivir su propia obra.

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