Pues, ¿Sabes qué? Voy a besarte, sí. Voy a morderte el cuello hasta que no puedas más y te empujaré a la cama, comenzando a quitarte la ropa entre caricias. Y entonces voy a contar todas y cada una de las pecas de tu cuerpo de manera que no puedas resistirte a mí.
Y mi cama guardará tu olor, aunque quizás ya no haga falta. Quizás ya no quieras marcharte. Quizás consiga ser tu vicio. Pero más vale prevenir, no quiero arriesgarme a que nunca quieras volver y haber tirado las sábanas a la lavadora.
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