Lo siento. No puedo evitar pensarlo, me sale solo, es ya una costumbre después de estos años. Grito, y lloro, pero también lucho, y consigo reír de vez en cuando.
Son las 4 a.m. y susurro tu nombre. Nadie me escucha, la música está alta. Te miro. Me coges la nariz. Sonrío. me quedaría sin respirar toda la noche si así pudiese sentir el roce de tu piel sobre la mía. Atenta a tus gestos, a cómo te ríes, cómo bebes, mirando en lo más profundo de tus ojos tratando de adivinar si también piensas en mí. Pero no alcanzo a ver nada. Y me repites: "no lo pienses". Y te miro, y sonrío, y cuando ya no miras, suspiro. Ojalá. Quizás algún día.
Pienso. Trato de encontrar una solución. Y se me ocurre algo. Quizás no sea nada del otro mundo. Y trato de imaginarme con otro, cualquiera, en ese mismo momento. Pero no siento nada, absolutamente nada. No. Realmente sólo me pasa con él.
Y cuando al día siguiente me despierto y voy a lavarme la cara, veo mi brazo, que tiene un garabato. Y desearía tatuármelo, no borrarlo nunca. Porque es lo único que tengo de ti.
Si tú supieras...
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