Y me quedé allí parada, viéndole partir. Viendo como su figura se hacía cada vez más pequeña a medida que se aproximaba al horizonte. Y cuando por fin desapareció, al darme la media vuelta, te vi a ti. Mirándome con esos ojos color avellana, con una sonrisa en la boca. Me abrazaste y se paró el mundo.
Entonces desperté y observé que todo era un sueño. Desde entonces dedico mi vida a intentar volver a dormirme, tan sólo para volver a sentir el calor de tus brazos.
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