Alguien a quien quieres se te acerca con el miedo asomando en los ojos, y notas cómo tartamudea. Entonces el miedo traspasa el aire y se introduce en tí, y suplicas que te diga qué ocurre. Entonces lo suelta, del tirón, y tu escuchas cómo se rompen muchos vasos a la vez, pero no hay cristales en el suelo.
Contestas con un ¿Qué?, esperando una respuesta diferente, y sientes las lágrimas escapar de los ojos. Se te olvida hablar, y aquél que te lo dice te abraza, y te dice que todo saldrá bien, pero sabes que no será así. Que se ha ido y nadie puede devolvértelo. Que no vas a volver a notar el calor de su cuerpo contra el tuyo, que no habrá más besos, que no vas a volver a ver sus ojos, ni a morderle el cuello, ni a escuchar su voz. Vuelves a estar tan perdida como al principio. No. Más, mucho más. Y te percatas de que ya no sabes encontrar ningún camino a seguir.
Después despiertas con los ojos hinchados, y encuentras la almohada empapada, y te das cuenta de que sólo ha sido un sueño. Pero sigues llorando, porque ha sido tan real que no podrás olvidarlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario