martes, 24 de agosto de 2010

No estás.

Vive en un primer piso bastante oscuro. Apenas tiene ventanas, y las pocas que tiene están tapando la luz con las persianas.

Le despierta el sentir de la noche y tras estirarse como un gato recién levantado, se mete en el baño. Se lava la cara enfrente de la pared, ya que decidió tiempo atrás quitar todos los espejos, lo único que engendran es una visión pequeña sobre sí mismo. Enciende unas velas aromáticas de colores. Azul, morado, verde y negro. Pone la cafetera en marcha, y se sienta en el sofá a practicar con el papel. Enciende el cigarro con el fuego de la vela azul, y escucha el sonido del café al gotear. No hay nada más relajante.



Sabe que el cielo está oscuro, pero no lo sabrá realmente hasta que no salga a la calle. Se levanta del sofá y se sirve el café solo con una cucharada de azúcar. Se lo toma tranquilo al compás del humo de su tabaco y, cuando lo termina, apaga las velas, coge las llaves y sale por la puerta.

Otra noche en pie, –piensa- pero la echo de menos. Es la mejor forma de distraerse.

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