Compraba una lata de cerveza a alguno de los chinos que las vendían por la calle y me la bebía. Cuando ésta se me acababa, compraba otra. No me gusta la cerveza caliente aunque, al final de la tarde, no hacía demasiado caso a la temperatura de ésta. Pasaba toda la tarde bebiendo, haciendo equilibrios en el muro, paseando entre los diques de Holanda y los bordes de la Muralla China. Después, me venían a la cabeza las letras de alguna olvidada canción de Rock n' Roll, y se la cantaba al mundo esperando que me escuchase.
Luego, cuando me consideraba lo suficientemente borracha, empezaba a plantearme dilemas de la vida. Situaciones que debería cambiar y no sabía cómo hacerlo. Y siempre encontraba solución porque, los borrachos y los niños, siempre dicen la verdad.
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Escribes muy bien :)
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