Y la miro, ajeno a la conversación. Es perfecta. Allí, riendo con sus amigas de algún chiste malo. Y pienso en la suerte que tengo de tenerla. En ese momento me devuelve la mirada y me sonríe, pícara, alegre, como es ella. Abre la boca y hace muecas con los labios. No le entiendo. Entonces lo grita:
-¡Que te quiero!
Le sonrío. No puedo dejar de mirarla. Allí está, con sus botas marrones y sus vaqueros. Con una camiseta sencilla. Así, sencilla, como es ella. Sencilla pero perfecta.
Abro el móvil y le escribo. Guapa. Eres perfecta. Pero yo te quiero más. Enviar. Se escucha un bip. Le ha llegado. Abre el móvil, sorprendida, y se ríe. Se levanta de la silla y se acerca. Y me besa. Se para el mundo.
-No te lo crees ni tú.- me dice.
-Te quiero.
-Y yo a ti, pequeño.
Y así, ambos con una sonrisa aún más grande, ella vuelve a su sitio mientras él continúa su conversación.
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